dilluns, 12 de setembre del 2016

eL PaíS dEL RocK NaCieNTe



© dEsoRdeN

Nunca he sido un súper fan, pero me está gustando un montón el nuevo disco de Wilco. Precisamente una de las dos amigas que hice en verano en el Fuji Rock me ha escrito hoy diciéndome que ya se lo había pillado. Diría que no he explicado todavía por aquí la experiencia en el festival nipón. El resumen más resumido serían dos palabras: fue divertidísimo. Era caro, sí, pero valió la pena. Había alto riesgo de lluvia y frío, pero mi talismán interno no me abandonó y tuve calor sin ni una gota de agua. Y aunque no logré convencer a mi amiga M-Tokyota, no tuve demasiados problemas para conocer a dos locuelas niponas (casi no había extranjeros...) con las que compartir horas de música y diversión.

© dEsoRdeN

El viaje en tren bala se pasó rápido (sobre hora y media, creo recordar), con problemas gástricos que hacían presagiar un pequeño infierno festivalero. Por suerte lo pude controlar con química antes de llegar a destino. En la estación vendían dos elementos esenciales en todo festival japonés: gorros (los paraguas estaban prohibidos, a pesar de que suele llover en el festival)... y sillitas plegables de esas que usan pescadores y fotógrafos deportivos. Sí, yo también flipé cuando las vi en la estación. Pero todavía más cuando llegué a la estación invernal donde se hacía el festival. Pero antes de eso, volví a flipar como el primer día que llegué al país con las ordenadísimas colas en hilera respetadas escrupulosamente (colarse? Amontonarse? Qué es eso?) para coger los autobuses a la salida de la estación de tren. Adoro a los japos...

© dEsoRdeN
Al llegar al recinto por una bonita y serpenteante carretera de montaña, me fui para el stand dedicado a compradores de entradas/abonos desde el extranjero. Como he dicho, éramos pocos, así que no tuve ni que hacer cola, y me planté en el festival en un plis-plas. El siguiente shock/diferencia con los festivales europeos llegó entonces: al llegar a la esplanada/valle donde estaba el escenario principal, me encontré con un mar de sillas plegables ubicadas en la falda de la montaña y en la llanura de detrás de la mesa de sonido. Sillas que se habían traído de casa los asistentes. Sillas que dejaban para irse a cualquiera de los otros escenarios ubicados a 15-20 minutos de caminatas. Sillas que continuaban estando en su sitio cuando volvían 3 horas después al escenario principal. Igualito que aquí... Otra cosa que me flipó fue la pasión que le ponían los japos a los conciertos. Una pasión exagerada, pero muy naïf, con infantiles bailes o coreografías multitudinarias de brazos alzados y estirados yendo a un lado y a otro, como si fuera un ejercicio de un gimnasio. Los locales Man With A Mission los hicieron enloquecer a base de heavy metal, baladitas ñoñas y máscaras de animales escondiendo las caras. Ah! Y una cosa importante: son tan bajitos que pude ver los conciertos sin los problemas habituales. Ni una torre ni una melena de más que entorpeciera la visión del escenario. Qué golpe de autoestima para el ego...

© dEsoRdeN

Más diferencias? Al igual que cuando caminas por la calle, los japoneses van a los festivales con toallas colgadas del cuello. Toallas del festival, o de grupos, como si fueran bufandas de un equipo de fútbol. Lo de las toallas es algo cultural, para combatir la enorme humedad del país, así que supongo que los estudios de márqueting, con buen criterio, vieron ahí un filón de mercado que explotar. Yo me compré 4 toallas del festival, para mi y para regalar... Las curiosidades te las ibas encontrando a cada rincón: desde té gratis, un stand que alquilaba botas de montaña (adecuadas al medio donde se hace el festival), lámparas de colores y globos gigantes colgando de los árboles, venta de gorros de paja, gente bañándose o durmiendo en el bonito río que cruza el monte donde se hace el festival, montones de contenedores de reciclaje diferentes con voluntarios que te decían dónde tirar cada cosa, puestos de comida de 1000 tipos distintos...

© dEsoRdeN

© dEsoRdeN
...y en lo propiamente musical, nada que envidiar a nuestros festivales: yo pude ver a Tom Odell, Travis, Wilco, Beck, Kula Shaker... a grupos japoneses que me encantaron (especialmente Zainichi Funk, una especie de James Brown japonés con mucho estilo)... y en los otros dos días que no estuve, también tocaron Sigur Ros, Red Hot Chili Peppers, Ben Harper, Jake Bugg, Courtney Barnett, Explosions In The Sky... cosas de celebrar el 20 aniversario. I-Nipona y Y-nipona fueron un gran regalo, desde que nos conocimos en las primeras filas del show de Wilco. Compartimos conciertos, ramen, alcohol, bailes en la carpa, sake, fotos, la manta que cogí en el avión, mails... los japos flipaban con mis bailes, me decían "big eyes, big eyes!", y se hacían fotos conmigo. Y ese final en la carpa con una banda japonesa que tocaba salsa, y yo enseñando a las chicas a bailar esos sonidos latinos que tanto odio... situaciones freakies en Freakland. Fue extenuante estar algo más de 24 horas seguidas despierto, incluyendo viaje de ida y vuelta y no sé cuántas horas de pie en conciertos y paseos por el monte de escenario en escenario, pero valió completamente la pena. Uno de los mejores recuerdos de un viaje lleno de grandes memorias. Mi próximo encuentro con las chicas, en el Primavera Sound. Sería genial que conocieran al fin diSoRdErLand y volver a coincidir con ese par de locuelas...

© dEsoRdeN

Youtube Fuji Rock Festival